martes, 14 de febrero de 2017

La leyenda de los sentimientos

¡Muy buenas a todo el mundo! Cuánto tiempo, ¿eh? Espero que os esté yendo todo genial :)

Hoy es un día especial; hoy es San Valentín. No tenía pensado hacer una entrada especial (o una entrada, siquiera) ni nada por el estilo pero, hace unas semanas, descubrí en Twitter una historia que me conmovió y me pareció maravillosa. Inmediatamente tomé nota para compartirla por aquí.Y pensé: "ey, ¿por qué no compartirla el día de San Valentín? Sería mucho más bonito".

Y aquí está. Se trata de una leyenda, La leyenda de los sentimientos, cuya autoría no he terminado de ubicar. Al principio, tras investigar un poco, pensé que se trataba de una obra de Mario Benedetti, pero también vi quien la consideraba una adaptación de La isla de las emociones, de Jorge Bucay. En fin, sea como sea, hela aquí; y también os recomiendo leer la historia de Jorge Bucay, es igual de preciosa ^^

Y, ya sin más dilación, procedo a transcribir la leyenda:


"Cuenta la leyenda que una vez se reunieron en algún lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los seres humanos. Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, la Locura, como siempre tan loca, les propuso:
¡Vamos a jugar al escondite! 

La Intriga levantó una ceja, intrigada, y la Curiosidad, sin poder contenerse, le preguntó:

¿Al escondite? Y, ¿cómo es eso? 
Es un juego,explicó la Locuraen el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón y, cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que yo encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego.

El Entusiasmo bailó entusiasmado, secundado por la Euforia. La Alegría dio tantos saltos que terminó convenciendo a la Duda e, incluso, a la Apatía, a la que nunca le interesaba hacer nada. Pero no todos querían participar. La Verdad prefirió no esconderse... ¿Para qué?, si al final siempre la hallaban. Y la Soberbia opinó que era un juego muy tonto (en realidad lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y la Cobardía prefirió no arriesgarse.

Un, dos, tres... comenzó a contar la Locura.

La primera en esconderse fue la Pereza; como siempre, tan perezosa, se dejó caer tras la primera piedra del camino. La Fe subió al cielo y la Envidia se escondió tras la sombra del Triunfo que, con su propio esfuerzo, había logrado subir a la copa del árbol más alto. La Generosidad casi no alcanzó a esconderse; cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: ¿un lago cristalino?, ideal para la Belleza; ¿una hendidura en un árbol?, perfecto para la Timidez; ¿el vuelo de una mariposa?, lo mejor para la Voluptuosidad; ¿una ráfaga de viento?, magnífico para la Libertad... Así, terminó por acurrucarse en un rayito de sol.

El Egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio: aireado, cómodo... pero sólo para él. La Mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, se escondió detrás del arco iris). La Pasión y el Deseo, en el centro de los volcanes. El Olvido... se me olvidó dónde se escondió el Olvido, pero eso no es lo más importante.
La Locura contaba ya novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve... y el Amor aún no había encontrado sitio para esconderse porque todo estaba ocupado. Pero entonces vio un rosal y, enternecido, decidió esconderse entre sus flores.

Un millón. contó la Locura, y comenzó a buscar.

La primera en encontrar fue la Pereza... a sólo tres pasos detrás de unas piedras. Después, se escuchó a la Fe discutiendo con Dios sobre teología, y a la Pasión y el Deseo los sintió vibrar en los volcanes. En un descuido, encontró a la Envidia y, claro, pudo deducir dónde estaba el Triunfo. Al Egoísmo no tuvo ni que buscarlo, él solo salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar, sintió sed y, al acercarse al lago, descubrió a la Belleza; y con la Duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada en una cerca sin decidir aún dónde esconderse. 

Así, fue encontrando a todos. Al Talento entre la hierba fresca, a la Angustia en una oscura cueva, a la Mentira detrás del arco iris (mentira... en el fondo del mar). Hasta el Olvido... ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas. Pero sólo el Amor no aparecía por ningún sitio. La Locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, en la cima de las montañas y, cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal y pensó: 'el Amor siempre tan cursi, seguro que se escondió entre las rosas...' 
Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas... cuando, de pronto, un doloroso grito se escuchó; las espinas habían herido los ojos del Amor. La Locura no sabía que hacer para disculparse: lloró... rogó... pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo. 
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó en la Tierra al escondite, el Amor es ciego... y la Locura siempre lo acompaña."