¡Muy buenas everybody! ¿Calor? En mi lugar de retiro hace más bien fresquito... y qué mejor lugar para que te venga la inspiración ;) Sí, esa caprichosa fuente imaginativa que se esconde a la menor oportunidad...
Pues bien, ha vuelto a hacer acto de presencia, ¡y como un bólido!
Se debe más que nada a que en una de las pruebas del concurso organizado por el blog Perdida en un mundo desconocido, había que enviar un micro-relato de unas 150 palabras, escrito desde el punto de vista de un animal.
Puedo conseguir votos hasta el 31 de Agosto, así que... para todo aquel que me quiera votar (ya me conocéis un poco, Dream on), debe tener una cuenta en Blogger o Google y ser seguidores del blog para que el voto sea válido. Basta con dejar un comentario en esta entrada
Y sin entretenerme más, os dejo el micro-relato con el que he participado. Espero que os guste:
Todo estaba
tranquilo. Los rayos del sol se
reflejaban en la superficie del océano, arrancando miles de destellos;
amanecía.
En medio de
aquella paz, un gran delfín plateado saltaba al son de las olas. Se hundía,
volvía a emerger, cada vez con más impulso; volvía a sumergirse, trazaba arcos
sobre el mar, giraba en el agua, azotándolo con la aleta caudal.
Poco
después, un corriente marina quiso llevarlo hacia el lugar de siempre. No se
encontraba a demasiada profundidad. Sin embargo, la visión de aquella carabela
hundida del s.XV, encallada entre algunas rocas, sobrecogió otra vez al delfín.
Las velas
rotas, los mástiles inclinados, la cubierta astillada… Aun así, se había
convertido en un hervidero de vida, conquistado por diversa flora y fauna
marina. El delfín se aproximó a la quilla, cerca de la cual había un agujero
suficientemente grande como para permitirle el paso.
El interior
del barco era aún más impresionante que el exterior. Una explosión de colores y
formas: cristales, mobiliario esparcido, algas, pececillos, sombras y burbujas.
Siguiendo la dirección que marcaba su aleta, nadó hacia lo que parecía el
camarote principal. Se internó en él.
Dentro,
encontró una increíble maravilla dorada, roja, azul, azabache, perla, coral,
acero, esmeralda… pero sobre todo dorada. Se desparramaba por los laterales del
cofre abierto, y si no estuvieran sumergidas, esas piezas habrían tintineado
como campanillas.
Un tesoro hundido.
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