sábado, 8 de mayo de 2021

Reseña Coda (José Antonio Cotrina)

Título: Coda

Autor: José Antonio Cotrina

Saga: El ciclo de la Luna Roja 4/4

Editorial: Lo maravilloso

Encuadernación: Tapa blanda

Precio: 21,50 €

Número de páginas: 633

Sinopsis: Todavía quedaba una última historia por contar. Tras La sombra de la Luna surgió un nuevo reino, una Rocavarancolia dispuesta a todo por enterrar su pasado sangriento.
Pero no será fácil. Sus enemigos acechan, tanto dentro de la ciudad como fuera. Los mundos que se aliaron para derrotarla hace treinta años han regresado. Y esta vez no pararán hasta arrasarlo todo.
¿Podrán afrontar las nuevas cosechas los peligros que se aproximan? ¿Serán capaces de escapar del legado terrible del reino o no les quedará más remedio que abrazar de nuevo la oscuridad para salir victoriosos?
Es hora de volver a Rocavarancolia. ¿No la oís? La Luna Roja os está llamando.

Opinión personal: Aquí concluye mi viaje. No solo por Rocavarancolia, sino por este mismo blog, mi pequeño rincón desde hace 11 años que tantas alegrías me ha dado, entre ellas, la mayor de toda mi vida. Pero, como toda etapa, también debe tener un final; en realidad, esta etapa se cerró hace tiempo, pero nunca me había atrevido a verbalizarlo ni a ponerle punto y final de manera oficial. La Luna Roja ha cambiado eso.
Cuando terminé Coda me removió tanto, me había dejado tal sensación durante y después de la lectura, que al poco de seguir pensando en la saga comenzó a abrirse paso un pensamiento en mi mente: ¿por qué no hacer una reseña de Coda? ¿Por qué no, ya que hablamos de finales, hacer una última reseña para el blog? ¿Un último broche que cierre el ciclo de manera perfecta?
No puedo pensar en un final mejor para mi blog, de modo que me despido de la mano de Cotrina (y, ya de paso, me quito la espinita de no haber reseñado ni la trilogía anterior ni La canción secreta del mundo. Sorry, Cotrina).
Sed bienvenidos a Some day, some place... some time. Sed bienvenidos por última vez.

Esta ni siquiera va a ser una reseña al uso. Puede que ni siquiera sea una reseña como tal, sino quizá una manera de volcar en palabras lo que ha supuesto para mí este último viaje a Rocavarancolia. Así que esta vez no voy a hablar de trama, narración, ritmo, etc.; ese tiempo ya pasó. Esta vez voy a hablar de sentimiento, de entrañas, de sensación. De corazón.
Así que, querido amigo lector, si no has leído El ciclo de la Luna Roja, no te recomiendo que sigas leyendo esto. Esta última vez tampoco quiero contenerme a la hora de hablar del libro, por lo que puede que se me cuele algún que otro spoiler. Puede que ni siquiera debas leer esta reseña a no ser que hayas terminado Coda.
Edito: afirmo. Cuidado con los astrios spoilers.


'Las leyendas mienten. Esa es también parte de su esencia. Tejen capas y capas de mentira sobre la verdad hasta hacerla irreconocible. Muy pocas leyendas se atreven a enturbiar las virtudes de sus héroes. A estos se les permite ser crueles con el enemigo pero nunca con los suyos.'


Coda nació como Los cuentos de Rocavarancolia. Cada 31 de octubre, el autor nos deleitaba con un nuevo relato, continuación directa de La sombra de la Luna. Pequeños esbozos de un futuro que, a día de hoy, se han convertido en leyenda. La verdad es que no sabía cuantísimo echaba de menos a la saga y a sus personajes hasta que me he metido de lleno en la historia de nuevo. Y hasta que la historia, la ciudad de los portentos y su luna imposible se me han metido de lleno en las venas y en el alma.
Ha sido una manera maravillosa de amenizar (y sufrir) estas últimas madrugadas, momento en el que más me apetecía volver a pisar las calles de Rocavarancolia. Ahora ya he tenido unos días para reposar y asimilar el ¿final?


Mi reencuentro con los personajes ha sido como encajar la última pieza de un puzle. Dama Sedalar, Marina, Héctor... Hasta dama Araña y dama Desgarro. Pero, sin ninguna duda, la auténtica revelación fue redescubrir a Andras Sula. Un personaje que en los tres libros anteriores no me generó tanta atracción; es más, diría que hasta me caía un poco mal, era demasiado... "inestable" (miento, nunca se es demasiado inestable. Y menos tratándose de Rocavarancolia).
Sin embargo, en esta ocasión, me ha cautivado prácticamente desde el principio. Y cuanto más avanzaba la historia, más quería saber de él. De sus cosechas, sus pensamientos, su relación con Ceniza, su futuro. Sin ninguna duda, para mí se ha convertido en el mejor personaje de toda la saga gracias a su carisma, a su magnetismo y a ese punto de locura. Larga vida al piromante de Rocavarancolia.

También me ha encantado conocer a las nuevas cosechas de Andras Sula, sobre todo a Alba, Haidar, dama Eco e Hiroki (a pesar de que este último apenas hace acto de presencia, pero algo me dice que le aguarda un futuro espléndido). Incluso Tifón y Roto. La lista del resto de cosechados es bastante larga; algunos pasan sin pena ni gloria; otros, aunque no tan relevantes, se terminan ganando un huequito en tu corazón. En el fondo, pocos de ellos trascienden a la trama. La gloria solo está reservada para unos pocos.

Respecto a los personajes principales, solo tengo una espinita clavada: Héctor. Habría sido espectacular verle en todo su esplendor como ángel negro. Lógicamente, Héctor no estaba aún en ese punto (y tampoco debe tratar de "sustituir" a Esmael) pero sí esperaba ver cierta malicia en él, más oscuridad. Supongo que tendré que seguir esperando.

No puedo cerrar este apartado sin hacer una mención especial a mi tocaya: Diana. Respecto a ella, yo solo pedía dos cosas al autor: o bien transformarme en algo guay (a ser posible en bruja o piromante, gracias)... o bien tener una muerte apoteósica. Aún no tengo claro cómo sentirme al respecto, una de cal y otra de arena.


Algo que me ha llamado poderosamente la atención es constatar el hecho de que, efectivamente, Rocavarancolia está viva y se nutre de sus habitantes. Cuando las cosechas reconstruyen la ciudad, me alegré de ver una nueva faceta de la misma, quería conocer esa ciudad en su edad dorada. Pero tras la inauguración, no podía alegrarme sinceramente, tenía la sensación de que algo no estaba donde debía estar. Rocavarancolia no es plenitud.
En el momento en que Astria comienza la invasión, en el momento en que comienza a destruir la ciudad, por mucho que me dio pena ver tirado todo el esfuerzo y las ganas de sus habitantes, algo por fin hizo clic. El momento en que la verdadera ciudad asomaba entre sus cenizas. Rocavarancolia es fuego, es muerte, es destrucción. Rocavarancolia es oscuridad.

Y eso es lo que define a Principios. El resurgir de la oscuridad, el nacimiento de la antigua y nueva Rocavarancolia. Como me ha ocurrido con Andras Sula, Principios es, sin lugar a dudas, mi parte favorita de Coda. En especial el quinto capítulo de la segunda parte (también mi favorita, dentro de Principios). Magistral. 
No en vano la cita que encabeza la reseña pertenece a esa parte.


Es aquí cuando el viaje llega a su fin y se acerca el final. Pero yo no puedo despedirme de esta ciudad prodigiosa ni de sus gentes aún. No puedo. Y menos aún después de la Coda dentro de Coda. Un epílogo que se hacía necesario y me parece el broche de oro perfecto para cerrar el ciclo que ha supuesto este viaje, al igual que el demiurgo que es asesinado por la criatura a la que dio vida (no se me escapan estos detalles de los relatos y que tengo la esperanza de que sean intencionados y no meros frutos de la casualidad).

Lo primero que me sorprende del final es el salto temporal. No se me habría pasado nunca por la cabeza. Y aquí mi imaginación comienza a abrir un sinfín de puertas y posibilidades.
Si, a pesar del salto temporal, dama Sedalar únicamente se hubiese ceñido a cosechar de nuevo a Héctor, entonces doy el viaje por finalizado. Asumo que, como ya sabéis, al final todos mueren. Pero no solo eso, sino que hay otros dos saltos temporales más. Mi imaginación ya da palmitas en la oscuridad.
En uno de estos saltos (aunque al final no sea relevante), Andras Sula y Haidar desaparecen. ¿Qué? ¿Cómo? Dama Sedalar, ¡cuéntame más, por favor!

En el último salto, Rocavarancolia vuelve a estar en guerra; nada nuevo, por otra parte. Pero es el detalle anterior, sumado a los saltos temporales lo que, lejos de ayudarme a dar por acabada esta ciudad increíblemente oscura, me hace desear más de ella. Entiendo que no es relevante todo lo ocurrido en ese tiempo (por mucho que me muera de curiosidad) y que la historia, al fin y al cabo, ya está contada. Pero...
Pero.

Pero, y ahora me dirijo a ti, Cotrina. ¿De verdad nos vas a dejar con la miel en los labios de ver a unos Andras Sula, dama Sedalar y Héctor adultos sumidos en Rocavarancolia? Ni tú eres tan cruel y lo sabes, o eso quiero creer. Es en este punto de aceptación de Héctor donde finalmente podría aceptar su naturaleza (o al menos parte de ella) como ángel negro. Donde los antiguos mundos de la Alianza y quizá otros nuevos, se las tengan que ver con el resurgir de una Rocavarancolia oscura bajo el mando de Andras Sula.
Entiendo que no haya más allá después de la cosecha de Héctor, se trata del fin perfecto de un ciclo y como tal debería mantenerse. Pero... ¿y esos casi 20 años de diferencia?
Me ciño también a las propias palabras del autor al inicio de la novela, donde él mismo afirma que, a pesar de ser su intención, no puede prometer que Coda sea el final. Desde luego, para mí no lo ha sido, y me alegro por ello. Ya en su momento, Los cuentos de Rocavarancolia no iban a ver la luz en papel. Hoy, unos 10 años después, tengo Coda entre mis dedos.


Imposibles que resultan ciertos. Finales que, en realidad, son principios. Y mientras siga existiendo esa minúscula luz en las tinieblas, yo me aferraré a ella. Quizá, el próximo 31 de octubre, esta luz haya crecido y se haya hecho más grande. Quizá, un 31 de octubre se escuchen los tambores de guerra anunciando las historias que están por contar.

Quizá, la noche del próximo 31 de octubre vuelva a ver pájaros de fuego (o mariposas de cristal) volar sobre mi ventana. Hasta entonces, la luz seguirá brillando. Hasta entonces, esta despedida no se trata de un adiós, sino de un hasta luego. 

Hasta luego, Rocavarancolia. Hasta siempre, Some place, some day... some time.
Gracias por tanto. Gracias por todo.