¡La inspi ha vuelto, la inspi ha vuelto! Y la noto sobre mi cabeza, así que caerán mas escritos... (espero). De momento, sólo hay una novedad ;)
La idea surgió gracias al concurso organizado en el blog Historia de una Palabra (en el cual todavía estáis a tiempo de participar). A partir de un fragmento, había que continuar una historia.
Pues bien, fue terminar de leer el fragmento y empezar a surgir la continuación en mi cabeza, así, de repente; con lo cual, me puse a escribirlo corriendo.
El problema fue que después me tocó "escribir hacia atrás" y desarrollar la historia antes de ese fragmento. Eso si fue un poco más complicado xD Más el hecho de que está en 1ª persona; no ha sido tan "complicado" como pensaba que sería en un principio, es casi igual... aun así sigo prefiriendo la 3ª persona.
Fin de la historia, el trozo que viene a continuación está basado en ese fragmento.
Ah, y aprovecho para comentar una cosa. Una amiga me ha dicho si podía hacerle publi al blog un amigo que está escribiendo una novela. Así que yo difundo: Es la Hora. A mí me ha gustado cómo comienza la historia, pero sobre todo me ha gustado la ambientación :)
Ahora sí que sí, el fragmento:
Huía del
calor del fuego, del olor a muerte. De las cenizas que caían como nieve y del
sonido de la agonía. Huía del humo asfixiante y de la promesa de una muerte
segura. Pero sobre todo, huía de mí.
¿Y cómo no
iba a hacerlo, si todo había sido culpa mía? Pero aunque intentara negarlo y
convencerme de lo contario, en lo más profundo de mi ser sabía que no habían
sido ellos los culpables, sino yo. Yo, que tanto me había esforzado en hacer de
esa pequeña ciudad dejada de la mano de Dios un vergel radiante; yo, que la
había visto alzarse, renacer de sus cenizas, resurgir de nuevo; yo, que había
removido cielo y tierra para evitar que cayera en el olvido.
Yo la había
destruido.
Mientras corría, no podía evitar que las lágrimas siguieran derramándose por mi rostro, cada una un recuerdo más de cómo había fracasado estrepitosamente. Las sentía como la hoja de un puñal recién afilado que se clavaba profunda y dolorosamente en mi interior, hasta el punto de que apenas era capaz de enfocar la vista y seguir corriendo. Y había sido yo quien había lanzado ese puñal.
Jadeando por
el esfuerzo, me detuve junto al tronco de un árbol en mitad de la espesura del
bosque y lo golpeé con el puño. Quizá el dolor físico se llevara el miedo y el otro
dolor, ésos que me atenazaban desde el primer momento en que los vi llegar.
Y sabía que
no se detendrían, que esto no había hecho más que empezar. Giré la vista. Las
llamas lamían lo que quedaba de las ruinas de la ciudad y se alzaban poderosas
hacia el firmamento, furiosas, como si también pretendieran arrasar las
estrellas y la Luna.
De repente,
todo mi cuerpo se tensó. Voces. Seguramente ya debían de haber descubierto el
engaño; más me valía seguir corriendo.
Continué
adentrándome en el bosque, tan sigilosamente como pude sin reducir la velocidad
e intentado borrar mi rastro.
Sin embargo, no podía quitarme de la cabeza el hecho de que me había convertido en una traidora a los ojos del resto de la ciudad; ellos había puesto todas sus esperanzas en mí y yo les había correspondido de esta manera. Todavía sigo sin comprender muy bien por qué lo hice.
Al fin y al
cabo, es posible que aquella anciana tuviera razón y no pudiera escapar a mi
destino. Maldito sea el día en el que me encontré con ella.
No dejé de
correr hasta llegar al borde del acantilado. Me detuve a sólo unos pasos del
precipicio, con el rumor de las olas rompiendo contra la base. Lentamente,
saqué del bolsillo interior de mi cazadora el bulto y lo desenvolví,
descubriendo el pequeño aunque pesado objeto que guardaba; se había cobrado
demasiadas vidas. Cerré los ojos, deseando que ella tuviera razón. Y salté.
Ahora más
que nunca sus palabras resonaban con nitidez en mi cabeza: “No dejes que lo encuentren. Debes hacerles creer que conseguirán su
oscuro propósito. Debes tenderles una trampa y huir de la masacre. Tus pasos te
guiarán en la dirección correcta. Está escrito. No tengas miedo. Cuentas con
una protección que va más allá del entendimiento mortal. Confía. Y salta”.
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