Muy buenas! Sé que ha pasado muuuuucho tiempo desde la última entrada, pero aquí estoy! O bien la inspi no viene, o si viene no hay tiempo para crear...
Espero no tardar tanto con los siguientes fragmentos que tengo en mente o a medio empezar.
En fins, este es otro fragmento de mis cosillas, que no está basado en nada en especial. Simplemente me vino a la mente. Y ya no me entretengo más, espero que os guste. A leer! :)
[...]
-¿Sigues enfadada?-la pregunta de Anissa flotó unos segundos en el aire.
- No… es sólo que… -contestó Lynn con un suspiro. – Es sólo que… sigo sin creerme que esto sea una despedida.
-No te lo tomes como una despedida. No voy a desaparecer.
-Pero te vas.
-Aunque me vaya, sigo contigo, en cierto modo. Si tú quieres.
Claro que quería. Era todo lo que quería. A Lynn le bastaba con eso.
Otra vez silencio. No era un silencio incómodo, sino ese tipo de silencio agradable; a veces sobran las palabras para hablar.
Los murmullos de las gaviotas sobrevolando la orilla eran lo único que rompía el silencio. Al cabo de un rato, Lynn volvió a romper el silencio.
-¿Vamos a dar un paseo por la playa? ¿Por los viejos tiempos?
-¡Claro!
Dejan las sandalias en el embarcadero y caminan sobre las tablas hasta que la fina arena se mezcla entre sus dedos. En ese momento es como si sus yo infantiles tomaran el control de sus cuerpos y quisieran revivir los buenos momentos.
Se acercan corriendo a la orilla, sin importarles mojarse hasta las rodillas, ruedan sobre la arena, se persiguen entre las palmeras, ríen… por un momento se olvidan de la despedida.
Cuando ya casi ha desaparecido el sol, Lynn decide no seguir ocultándoselo. ¿Para qué? Siempre ha habido promesas entre ellas, no secretos. Es hora de dar un paso hacia adelante.
En ese instante, a lo lejos, Anissa le hace un gesto con la mano, indicándole a Lynn que se dé prisa.
-¡Sólo un momento!-le grita ella desde la orilla. Con bastante rapidez, Lynn recoge un montón de las caracolas preferidas de Anissa, esparcidas a lo largo de toda la orilla, traídas por la marea.
En apenas dos minutos ha formado dos palabras en la arena con ellas, dos palabras que encierran la promesa de un futuro juntas.
Está convencida de que Anissa ha entendido perfectamente a lo que se refería, de que esas palabras tienen un significado más profundo, pero lo único que obtiene por respuesta es una sonrisa y un “Se hace tarde”.
No vuelven a decir nada de camino a casa. No quieren interrumpir el momento: dos amigas, juntas, paseando a solas por las estrechas calles de piedra bajo las estrellas y la luz de las farolas.
Poco antes del amanecer, Lynn se despierta sobresaltada. Aun sin saber por qué, decide escuchar de nuevo la canción que compuso Anissa. La primera vez estaba demasiado ocupada pensando en la despedida; ahora piensa poner más atención en el regalo.
Y no puede evitar que las lágrimas resbalen por sus mejillas. La canción es “suya”, habla de las dos. De inseguridades, de atardeceres en el embarcadero, de promesas. De algo más que la amistad. Se podría resumir en dos palabras. Dos palabras en la arena.
A su manera, las dos han materializado lo que creían un secreto entre ellas.
Al terminar la canción, Lynn vuelve a escuchar la última estrofa: Volveré si tú me esperas, recuerdos entre la arena. No hay secretos, no hay olvido, siempre nos lo hemos prometido. A lo lejos en el embarcadero aún se escucha el susurro de un te quiero.
Ahora en la mente de Lynn, la conversación con Anissa esa tarde tiene un matiz completamente distinto. Anissa tenía razón, siempre lo han sabido.
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